«Una mirada al mundo con ojos de niño malo». Una propaganda más exacta hubiera sido «una mirada al mundo con ojos de psicópata». Así que cuando me preguntan por este libro de Kristof rescato enseguida esta minireseña de mi ordenador y me apresuro a compartirla con ustedes. Se trata en realidad de una famosa trilogía que El Aleph publicó junta en España en un solo volumen. El estilo tiene mucha fuerza, pero la historia es lamentable.
Categoría: Este de Europa
Hacia la dicha por el arte
El arte es, como la palabra, uno de los instrumentos de unión entre los hombres, y, por consiguiente, de progreso, es decir, la marcha progresiva de la humanidad hacia la dicha. La palabra permite a las generaciones nuevas conocer cuánto han aprendido, por la experiencia y la reflexión, las generaciones precedentes y los más sabios de sus contemporáneos; el arte permite a las generaciones nuevas experimentar los mismos sentimientos que han experimentado las precedentes, y los mejores de sus contemporáneos. Y de la misma manera que se verifica la evolución de los conocimientos, cuando los conocimientos reales y útiles substituyen a los caducos, igual se genera la evolución de los sentimientos por medio del arte. Los sentimientos inferiores, menos buenos o menos útiles para la dicha del hombre, son substituidos sin cesar por mejores sentimientos, más útiles para aquella dicha. Tal es el destino del arte. Y, por consiguiente, el arte, en cuanto a su contenido, es mejor cuando mejor cumple aquel destino, y es menos bueno, cuando lo cumple menos bien.
Luego, la valuación de los sentimientos, o sea la distinción entre los que son buenos y los que son malos para la dicha del hombre, es obra de la conciencia religiosa de una época. En todas las épocas históricas y en todas las sociedades, existe una concepción superior -propia de cada época- del sentido de la vida, y ella es la que determina el ideal de felicidad, hacia el cual tienden cada época y cada sociedad. Esta concepción constituye la conciencia religiosa. Y esta conciencia se encuentra siempre expresada con claridad por algunos hombres escogidos, mientras que el resto de sus contemporáneos la sienten con mayor o menor intensidad. Nos parece, a veces, que esta conciencia falta en ciertas sociedades; pero, en realidad, no es que falte, es que no queremos verla, porque no está de acuerdo con nuestra peculiar manera de vivir.
Tolstoi
Basta de gulags
Me ha dicho poco la pérdida de Solyenitzin. Literariamente, quiero decir. Lamento la pérdida humana pero siempre he pensado que es un escritor de prestigio exagerado, de fama inflada por razones extraliterarias. Compadezco todo lo que sufrió y admiro su deseo de contarlo, pero de ahí a la gloria literaria…
Sólo he leído (y en diagonal) su Archipiélago Gulag. Me pareció una obra repetiva, excesiva, agotadora, llena de odio, exagerada. No es que no contara cosas ciertas, es que no necesito que me repitan algo treinta veces para enterarme, y menos a gritos. Tiendo a dar poco crédito a los exaltados.
A lo mejor algún día leo algo más de sus cosas, aunque asegurándome antes de que habla de otro tema. Estoy un poco cansado de totalitarismos del S. XX, sean de un signo o de otro.