Arne Dahl

El escritor sueco Jan Arnald (1963), doctor en literatura, editor y crítico, firma desde hace diez años con seudónimo sus novelas negras. Esta primera es original en cuanto al protagonista, el inspector Hjelm, integrado en un grupo de élite, con policías jóvenes pero experimentados, dedicados, altamente comprometidos y con todos los recursos de la policía nacional a sus disposición, sin preguntas ni explicaciones. Un grupo pequeño, flexible e implacable. Original también el oponente: hay varios crímenes de industriales suecos de alto nivel y muchas posibilidades (mafia estonia, entramado empresarial, muchos candidatos para una posible venganza, etc).

El desarrollo da pie para abordar muchas cuestiones, típicas reflexiones sociales de novela negra, en este caso en torno al fracaso de un modelo de sociedad drogada por el bienestar material y de una terrible decadencia espiritual. El problema de la inmigración y el marco familiar sirven para destacar la soledad en la que viven muchos. Incomunicación, suicidio, adicciones e insatisfacción, algunas de las cuales afectan a los propios policías. Muy descriptivos algunos pasajes de intimidad sexual matrimonial y extramatrimonial.

Arnald quiere hacer un libro serio con todo esto y lo consigue, aunando lo mejor de la tradición realista y de la novela de personaje, con el interés y suspense de toda investigación criminal. Sin duda merece un puesto destacado en el prolífico filón del negro policial escandinavo.

Inger Wolf

Me atraen las novelas negras donde el malo es incontrolable, donde sus actos son impredecibles por sus persecutores (y por el lector) porque no sigue sólo la lógica de la propia conveniencia, placer o venganza, sino una fuerza inasible que proviene de la locura.

Esto ocurre en la primera novela de Inger Wolf. Primero parece un caso corriente de violencia sexual contra una joven, luego aparecen connotaciones rituales, la cosa se complica con un posible móvil de robo de un descubrimiento farmacéutico, y al final todo salta por los aires. Lo que decíamos. La locura.

Están muy bien los dos polis, el impenetrable croata Trokic y la informática Lisa Kornelius.

Comienzo prometedor: buenos malos, buenos buenos, buena historia. Hay que apuntarse el nombre de esta danesa.

(Por cierto, otro «Wolf» más para confundirse).

Lapidus

Lapidus llega pisando fuerte (promocionalmente hablando) al equipo del negro escandinavo, cada vez más numeroso. Ya ha salido en castellano la segunda parte de su Trilogía negra de Estocolmo.

He leído la primera y me ha parecido sólo regular. El tema es la cocaína en la capital sueca: las bandas (especialmente los yugoslavos) la comercian, los pijos la consumen. Tres líneas argumentales: el matón culturista del Don serbio (a su vez separado y luchando por ver a su hija), el pijo con doble vida (a su vez tras la pista de su hermana desaparecida) y el latino-patero que sale de la cárcel y quiere vengarse (a su vez dominado por el cariño a su hermana, lo único bueno que hay en su vida). La poli no aparece directamente, sólo a través de informes que explican una operación que se está preparando.

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