El mar, de Banville

El Mar. Booker del año pasado (o de hace dos). De Banville leí hace unos años El libro de las pruebas. ¿De qué iba? Ni idea. Con eso lo digo todo. Este año tuve que reseñar El secreto de Christine, una especie de policiaca que firmó con seudónimo. Discreta. Todo el mundo ponía tan bien El mar que lo pedí al Círculo. Pero ha descansado meses en la estantería y un libro tras otro se le iba colando. Por fin lo he leído y no está mal.

Un historiador del arte pasa una temporada en una casa donde veraneó de pequeño y se relacionó con una familia de dos hijos. Intenta reponerse de la muerte de su mujer. El texto alterna recuerdos de la vida con ésta y de sus últimos meses, con los de la familia. El texto es divagatorio e intimista y ahí está su interés. La historia con la familia es convencional (despertar al amor, primeros escarceos sexuales, crueldad infantil) y es más interesante la relación con su mujer (qué se dan uno al otro en la vida de pareja, que se ocultan, el vacío de la separación, la relación con la hija, etc). Tiene buenos momentos que me han recordado las mejores novelas de McEwan. Toda la novela, en los recuerdos de niñez, tiene un fuerte ambiente sensual, como si el descubrimiento de la carnalidad fuera el acontecimiento esencial de la adolescencia.

No he terminado de entender qué tiene que ver el mar (¿imagen de “oleadas” de sentimientos y recuerdos?) en toda la historia.

El Planeta a Millás

Hubo una época en la que mi trabajo me llevaba a leer cada día varios periódicos, entre ellos El Mundo. Siempre esperaba con ilusión, además de las de Umbral y Rigalt, las columnas de Millás. Tenía algunas deslumbrantes, otras desternillantes, casi siempre con sorpresa e inteligencia. Otras veces desbarraba, sobre todo cuando se metía en asuntos éticos en los que mostraba una desinformación preocupante en una pluma tan aguda. Es un escritor con chispa que se mueve de maravilla en las distancias cortas.

Otra cosa son sus novelas. Sólo he leído una (El orden alfabético) y he tenido bastante. Resulta un poco agotador en su surrealismo kafkiano, su humor conceptual, su ingenio satírico y su feroz anticatolicismo. Ya había ganado el Nadal, el Primavera y ahora le dan el Planeta. No voy a leerlo, aunque llevaba tiempo sin pensar en él (en Millás) y quizás, si cae en mis manos alguna de las recopilaciones de artículos que tiene publicadas…

Nunca he oído nada que me guste de Boris Izaguirre, el finalista, así que no diré nada de él.