Connolly aburriéndonos

Sigo prendido a la zanahoria de Connolly. Prendido pero saliendo.

Dramatis personae:
1. Una niña desaparecida;
2. Un mafioso de Boston (tío de la niña). Su cabeza tiene precio puesto y no tiene nada que perder;
3. Uno del pueblo que ya mató a una niña de esa edad cuando él mismo era un niño;
4. El policía del pueblo que no parece trigo limpio;
5. Charlie Parker y su corte (su amiga abogada, sus dos amigos gays y los hermanos Fucci);
6. Los federales que buscan a 1 y 2;
7. Los espíritus de los muertos que se comunican con 3 y 5;
8. Alguien que está jugando con 2, 3, 4, 5 y 6.

Tiene buenos momentos, pero está muy lejos del nivel de las primeras.

Cada vez me molesta más su tendencia a la divagación (descripciones, detalles innecesarios, apuntes históricos).

Sólo regular.

Braly. En el patio

Malcolm Braly (1925-1980) pasó más de veinte años entre rejas. En 1967 publicó esta novela que le causó problemas con las autoridades penitenciarias estadounidenses. San Quintin, California, años 60. En el patio es una novela carcelaria con todos los ingredientes habituales (lenguaje barriobajero, violencia, degenerados sexuales, bandas y pirados). Hay muchos personajes y algunas de sus historias tienen fuerza. El denominador común es la autodestrucción: la cárcel acaba en casi todos ellos lo que se empezó fuera. A los criminales impulsivos, que posiblemente nunca reincidirán, no les sirve de nada y les amarga; a los criminales de carrera, moralmente menos reprobables y teóricamente más inofensivos, casi les divierte y forma parte de su modus vivendi. Depravación, dominio e ingenio a partes iguales.

Lo más destacable del libro, es que resulta muy convincente. La experiencia personal de Braly y el tono escogido, muy inspirado, dan al libro una gran autenticidad. Aunque tratándose del tema que es, no tengo muy claro que esto que digo sea algo bueno.

El tango de la Guardia Vieja

Siento constatar que se confirma la sequía de Pérez-Reverte. Y ya son años. Sigo opinando lo que ya dije con El asedio. Esta vez pintaba mejor, pero la ensalada ha fallado. Una historia de amor en tres actos (1928, Buenos Aires; 1937, Niza; 1976, Sorrento) con muchos ingredientes pintorescos, aventuriles y reverterianos: el tango, el ajedrez, los espías. Una tórrida historia de amor entre dos de sus famosos héroes gastados, cínicos y cansados.

Pero los que estamos cansados ya de verdad somos sus lectores, que ya sólo le aguantamos despiertos en los Alatristes. Este tango se me ha hecho muy largo y lo he leído sin ganas desde la mitad: ¿demasiadas cartas en la baraja, demasiado sexo raro, demasiado desnortamiento existencial? Sus topicazos de siempre («España, ese lugar triste, rencoroso y con olor a sacristía»), sus personajes liberados (“la moralidad es algo pasivamente injusto”) y sin embargo –o por eso mismo- tristes, sus frasecitas (“Un hombre debe saber cuándo se acerca el momento de dejar el tabaco, el alcohol o la vida”). Como siempre, todos los mimbres muy trabajados y la ambientación impecable, pero la historia, por decirlo en una palabra, me ha parecido un auténtico rollazo.

Y no gasto una palabra más en hablar de esto por muchas montañas promocionales de libros que me monten en las librerías.