Marilyn


Fragmentos (Poemas, notas personales y cartas)
es un libro insignificante al que sólo salvan dos cosas:

– El placer de ver a Marilyn, en esta ocasión sin posar, en fotos naturales en las que casi siempre aparece leyendo o escribiendo;
– El placer de ojear un libro tan bien editado, con reproducciones fotográficas de todos los textos incluídos, y al lado vertidos al idioma original (en letras de imprenta) y al castellano.

Nada de esto se habría publicado si la autora no fuera MM. Es muy probable que no fuera tan tonta como parecía, pero todos estos textitos sólo muestran que sabía escribir en inglés, que conocía el alfabeto y la gramática, quiero decir. Es gratuito convertirlos en un fenómeno de introspección, expresiones de una mujer inteligente e insegura emocionalmente que se sentía sola a menudo.

Si pueden ojearlo en una biblioteca (a gusto) o en una librería (más por encima), con eso bastará, para mi ha sido un inocente (e insulso) capricho mitomaniaco.

El ladrón de tiempo

“Nunca muero. Sólo me vuelvo más y más viejo”. Así empiezan las memorias que Matthieu Zéla comienza a escribir en 1999 y que abarcan dos siglos y medio. Boyne cuenta algunas pinceladas de historia colocando a su longevo personaje en varios escenarios: la revolución francesa, la crisis económica de 1929, los primeros Juegos Olímpicos modernos o la unificación italiana. Conocemos algunos de sus trabajos, casi siempre relacionados con la producción de ficciones para cine o televisión, a algunas de sus relaciones sentimentales y a algunos de sus parientes. La novela va saltando de su primer amor, Dominique, en 1760, a los problemas de su sobrino Thomas en tiempo presente, 1999, pasando por los escenarios mencionados. Zéla ha vivido en la pobreza picaresca y en la opulencia, ha viajado mucho y conocido a todo tipo de personas, carece de concretas preocupaciones morales, sin ser mala persona, y cuenta todo con estilo sencillo, directo y ágil.

El mito de la eterna juventud ha sido tratado magistralmente con tintes trágicos, como mínimo, por Wilde y Goethe. Aquí no es más que un recurso para poder narrar en primera persona hechos tan alejados en el tiempo. En ningún momento llegamos a saber por qué ocurre a Zéla tan singular cualidad. El libro entretiene sin llegar a seducir en ningún momento, ni en su personaje principal, ni por los hechos en que participa. Esta fue la primera novela de Boyne y ya demuestra, y ha confirmado después, sus buenas dotes de narrador y su imaginación. Cada libro es diferente y ninguno es aburrido, aunque hasta ahora no ha escrito nada especialmente destacable.

Si tú me dices ven…

Espinosa (Barcelona) actúa, dirige, escribe, ha hecho cine, teatro y tv, ha escrito dos novelas y, además, es ingeniero, todo eso con 38 años y tras haber superado varios cánceres y perder una pierna. Se muestra optimista ante la vida en las entrevistas que concede y manifiesta que, más que creer en Dios, cree en que existen personas buenas que nos muestran caminos y transmiten energía.

De eso va esta novela. El protagonista tiene unos cuarenta años y su matrimonio está en crisis. Viaja a Capri a buscar a un niño desaparecido (es su trabajo) y recuerda a las dos personas que más le influyeron en su niñez, y por qué.

Cuando se escribe una novela para dar un mensaje se corre el peligro de que la narración se resienta. Espinosa está todo el tiempo al borde del precipicio en este sentido. Quiere hablar de la importancia de reír, de las claves de la felicidad, de la necesidad de aceptarse a uno mismo superando las convenciones, de ayudarnos unos a otros, de pararnos a pensar, de confiar en los demás. Al peligroso tufillo de autoayuda trivial se une una querencia ternurística muy próxima al melodrama. La historia presente que se narra sabe a poco y los recuerdos del pasado explican unas relaciones algo artificiosas.

Con todo, el libro tiene buen fondo y se lee con simpatía. Sin duda ayuda el tono directo y coloquial (aunque correcto) y que es breve. Un narración sencilla y comercial. El elevado número de ejemplares vendidos en España muestra sin duda la necesidad de oír mensajes positivos. Que sean obvios o que se mezclen con ficciones endebles no es algo que preocupe al gran público.