McEWAN

¡Por fin una ración de McEwan! El Premio Nobel de física bendijo la vida de Michael Bearn y a la vez fue su maldición. Se durmió en los laureles hasta que un par de décadas después recupera algo de emoción: la posibilidad de aportar al mundo la solución a los problemas del calentamiento global y del agotamiento de las fuentes de energía. Por desgracia, su proyecto de fotosíntesis artificial a gran escala deberá superar un campo minado de intereses económicos, robo de patentes y su propia falta de confianza en que el problema que se intenta solventar exista siquiera.

A esta sátira científica, académica, política y social, McEwan añade una contundente revisión de las bases de la relación amorosa, tema frecuentado con idéntico despiste en sus novelas anteriores. Entre esas bases el matrimonio y el compromiso no juegan un papel decisivo. Cinco veces lo ha estado Bearn y le conocemos cuando está a punto de romper el quinto. Básicamente sólo necesita el placer y un poco de afecto y casarse sólo es para él un accidente en algunas de sus relaciones, en realidad un porcentaje mínimo de sus amoríos. Ninguna de estas dos líneas de comedia negra son redondas ni convincentes. La clave político-social de Los perros negros es más profunda y el análisis de relaciones humanas más intenso en Expiación o en Sábado, por citar sus mejores novelas hasta ahora.

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La Plante

Aún hay gente que se anima a escribir novelas sobre asesinos en serie e investigaciones policiales. A mi me parece bien, porque ya saben que me gustan las novelas negras, pero siempre me asombra ver nuevos nombres en un campo tan trillado. Esta vez asistimos al nacimiento como investigadora de homicidios de la joven Anna Travis.

¿Añade algo La Plante a todo lo que se ha dicho ya? Creo que no y, sin embargo, me ha gustado la novela. Todo conocido: niño del que se abusa en la infancia, asesinatos múltiples, doble vida, relación personal con su perseguidor. Me ha parecido sin embargo que está muy bien contado como vive Travis todo el proceso, de modo realista y profundo. La Plante en general es contenida en los detalles desagradables, salvo en el estallido de la confesión final.

Bellow

Herzog es un libro muy singular. El judío narrador-protagonista ve naufragar su segundo matrimonio e intenta explicarse a sí mismo, quiere entender qué ha ocurrido. Empieza a escribir cartas compulsivamente a conocidos suyos y a personajes importantes vivos y muertos. Quiere reformar el mundo, la política, la economía, las relaciones entre hombres y mujeres, la ciencia.

Paralelamente, vamos conociendo su pasado y sus pasos tras la ruptura con su mujer. Es un profesor de universidad a un paso de la neurosis y a la vez sumamente lúcido y penetrante.

Un libro exigente y con toques de genialidad, en una nueva traducción de Galaxia Gutemberg. No me ha parecido necesario leerlo entero pero he apreciado una vez más la calidad de Bellow en su libro más atrevido y delirante (de los que he leído).

Ojo, gustará a pocos.