Los girasoles ciegos

De los cuatro relatos que componen Los girasoles ciegos (Alberto Méndez, 2004), se ha elegido para la película el más desagradable y tendencioso de ellos. Son las cosas de los extraños matrimonios cine-literatura. No he visto la película ni creo que la vea, por lo que sé de ella. Ahora bien, el libro es destacable en su conjunto.

Alberto Méndez nació en Madrid en 1941 y falleció a finales del 2004. Fue niño de posguerra, militante comunista, traductor y agente activo del mundo editorial. Este es su único libro de ficción publicado y ganó con él en 2005, póstumamente, nada menos que los prestigiosos premios de la Crítica (en abril) y el Nacional de Narrativa (en octubre). Se trata de cuatro relatos independientes pero con una unidad de sentido por estar basados en unos mismos hechos (la derrota) y un mismo ambiente (la guerra civil española).

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Bonhoeffer

Un modo pintoresco por el que puedo terminar leyendo un libro: por su aspecto. Dietrich Bonhoeffer, esbozo de un vida, es un pequeño volumen irresistible en ese sentido. Pasta dura, papel de calidad, fotografías, palabras manuscritas sobreimpresionadas, trozos de su epistolario. Un libro precioso, en el sentido más físico del término. Lo escribe Renate Bethge, sobrina de Bonhoeffer.

Por lo demás, es la primera noticia que tenía de este teólogo protestante alemán que participó en un complot para asesinar a Hitler, una vez se convenció de que el nacionalsocialismo venía para quedarse.

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Andrew Miller

Me pregunta Raquel por Andrew Miller, y traigo aquí el comentario que hice a un discreto libro suyo de hace un par de años, lo único que le he leído.

Clem Glass es un fótografo de guerra de los buenos. Tantos escenarios como ha visitado le han procurado fama y premios. Cree que ya lo ha visto todo cuando en 1994 asiste en Ruanda a una matanza en una iglesia. Se creía inmunizado ante cualquier cosa cuando se encuentra de golpe asomado a otra dimensión de la maldad humana, de un grado de crueldad inaudita. Se desmorona. Pierde la poca confianza que tenía ya en los demás y, lo peor, la pierde en sí mismo: todos somos iguales, todos culpables.

Que el hombre se cuestione el sentido del mal no es algo que haya inventado precisamente Miller (Bristol, Inglaterra, 1960) en esta novela, la cuarta que escribe. La experiencia divide la vida de su periodista en dos. Deja su trabajo, intenta retomar sus débiles relaciones familiares, huye de todo problema humano que se le cruza, ensaya con la bebida y el placer fácil. Nada lo consuela en su deriva. Miller apunta que nada se consigue dejándose ir y pone a su personaje en una pista buena: lo hace pensar en los demás. Ayuda a su hermana a salir de un bache depresivo. Más tarde, una circunstancia le pone en la presencia del genocida africano y le dará la oportunidad de saber si la venganza le devolverá la paz que necesita.

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