Basta de gulags

Me ha dicho poco la pérdida de Solyenitzin. Literariamente, quiero decir. Lamento la pérdida humana pero siempre he pensado que es un escritor de prestigio exagerado, de fama inflada por razones extraliterarias. Compadezco todo lo que sufrió y admiro su deseo de contarlo, pero de ahí a la gloria literaria…

Sólo he leído (y en diagonal) su Archipiélago Gulag. Me pareció una obra repetiva, excesiva, agotadora, llena de odio, exagerada. No es que no contara cosas ciertas, es que no necesito que me repitan algo treinta veces para enterarme, y menos a gritos. Tiendo a dar poco crédito a los exaltados.

A lo mejor algún día leo algo más de sus cosas, aunque asegurándome antes de que habla de otro tema. Estoy un poco cansado de totalitarismos del S. XX, sean de un signo o de otro.

Valores en alza


Mi hermano Miguel Angel es abogado y dirige desde hace años una empresa de compra-venta de acciones en León. Ha escrito un libro que ha titulado «Valores en alza». Con «Valores» no se refiere sólo a acciones sino a virtudes, en el sentido clásico del término, e intenta explicar qué tienen que ver éstas con el mercado bursátil. El enfoque es original y recuerda cosas que siempre es bueno no perder de vista.

Les dejo el prólogo y el primer capítulo y, si quieren leer más, el enlace desde donde descargar el texto completo.

Adiós a David Foster Wallace

Desde hace años me rondaban la cabeza Pynchon y Delillo. Como saben, la literatura USA es la que más sigo. Estos escritores en concreto, ya talluditos, tienen un prestigio especial entre sus colegas. Son duros y difíciles de leer y de entender. Son otra cosa. Se les califica como posmodernos.

En estas oigo hablar de David Foster Wallace, una promesa que sitúan en esa misma esfera. No muy seguro de que me fueran a gustar los primeros, o de poder con ellos, es lo mismo, me lancé a por DFW y leí Algo supuestamente divertido que nunca volveremos a hacer.

Fue para mi la experiencia literaria más cercana a una revelación que he tenido. Al menos que recuerde ahora. ¡Por fin me encuentro con un genio vivo! pensé. No sólo un escritor bueno o de talento. Una prosa visual y exuberante, llena de juegos, insolencia, sorpresas, frescura, diversión ¡Si era capaz de hacer eso con reportajes periodísticos y ensayos, qué no haría cuando su imaginación estuviera libre por completo de la realidad y el discurso lógico!

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