Chejov aconseja

Consejos para escritores:
• Uno no termina con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir.
• Cuando escribo no tengo la impresión de que mis historias sean tristes. En cualquier caso, cuando trabajo estoy siempre de buen humor. Cuanto más alegre es mi vida, más sombríos son los relatos que escribo.
• Dios mío, no permitas que juzgue o hable de lo que no conozco y no comprendo.
• No pulir, no limar demasiado. Hay que ser desmañado y audaz. La brevedad es hermana del talento.
• Lo he visto todo. No obstante, ahora no se trata de lo que he visto sino de cómo lo he visto.
• Es extraño: ahora tengo la manía de la brevedad: nada de lo que leo, mío o ajeno, me parece lo bastante breve.
• Cuando escribo, confío plenamente en que el lector añadirá por su cuenta los elementos subjetivos que faltan al cuento.
• Es más fácil escribir de Sócrates que de una señorita o de una cocinera.
• Guarde el relato en un baúl un año entero y, después de ese tiempo, vuelva a leerlo. Entonces lo verá todo más claro. Escriba una novela. Escríbala durante un año entero. Después acórtela medio año y después publíquela. Un escritor, más que escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado.
• Te aconsejo: 1) ninguna monserga de carácter político, social, económico; 2) objetividad absoluta; 3) veracidad en la pintura de los personajes y de las cosas; 4) máxima concisión; 5) audacia y originalidad: rechaza todo lo convencional; 6) espontaneidad.
• Es difícil unir las ganas de vivir con las de escribir. No dejes correr tu pluma cuando tu cabeza está cansada.
• Nunca se debe mentir. El arte tiene esta grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina, se puede engañar a la gente e incluso a Dios, pero en el arte no se puede mentir.
• Nada es más fácil que describir autoridades antipáticas. Al lector le gusta, pero sólo al más insoportable, al más mediocre de los lectores. Dios te guarde de los lugares comunes. Lo mejor de todo es no describir el estado de ánimo de los personajes. Hay que tratar de que se desprenda de sus propias acciones. No publiques hasta estar seguro de que tus personajes están vivos y de que no pecas contra la realidad.
• Escribir para los críticos tiene tanto sentido como darle a oler flores a una persona resfriada.
• No seamos charlatanes y digamos con franqueza que en este mundo no se entiende nada. Sólo los charlatanes y los imbéciles creen comprenderlo todo.
• No es la escritura en sí misma lo que me da náusea, sino el entorno literario, del que no es posible escapar y que te acompaña a todas partes, como a la tierra su atmósfera. No creo en nuestra intelligentsia, que es hipócrita, falsa, histérica, maleducada, ociosa; no le creo ni siquiera cuando sufre y se lamenta, ya que sus perseguidores proceden de sus propias entrañas. Creo en los individuos, en unas pocas personas esparcidas por todos los rincones -sean intelectuales o campesinos-; en ellos está la fuerza, aunque sean pocos.

Consejos extraídos de Sin trama y sin final: 99 consejos para escritores, Piero Brunello.

[Fuente: Ciudad Seva]

Prefijos

Los prefijos (anti, contra, des, micro, mini, pre, sub, super, etc.) se escribirán siempre unidos sin guión a la palabra que modifican: antidisturbios, contraorden, minicrisis, subíndice… Sólo en el caso de que la palabra modificada comenzase por mayúscula, el prefijo se unirá a ésta por un guión corto: mini-Casa Blanca. La única excepción la constituye el prefijo ex, antepuesta a nombres de cargo o adjetivos de persona, con el significado de que ésta ha dejado de ser lo que aquéllos representan.

[Fuente: Libro de estilo de ABC]

Manolete

Decepcionante biografía sobre Manolete. Es lo que se llama dar gato por liebre. En realidad es un libro sobre los primeros tiempos del franquismo donde se habla algo de toros. El periodista catalán que lo ha escrito no puede disimular su desprecio a la época de la dictadura. Lo deja claro desde la primera página y no suelta el látigo hasta la última. Particularmente tengo poca simpatía a ese periodo de nuestra historia, lo mire casi por donde lo mire, pero esta diatriba visceral y sectaria me ha molestado desde el principio, más cuando iba buscando otra cosa.

De Manolete se habla en un 20% del libro y no se profundiza en el personaje más allá de los tópicos conocidos por todos. El resto del libro está dedicado, además de a lo dicho, a todo tipo de temas circunstanciales. El autor está especialmente interesado en el mapa prostibulario de España en esos años. También se habla, y mucho, de Lupe Sino. Lo más estrambótico del libro es una escena de jugueteos amatorios entre Lupe y Manolete que el autor sitúa en Méjico: es una pieza de cuatro páginas que podría haber ido a a parar a un concurso de literatura erótica. Inventar algo así entre dos personajes reales que no lo han contado al autor es inaceptable y de mal gusto.

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