Cheever, el notario de la mediocridad

CHEEVER_Cuentos_RBACheever es el Balzac de la clase media norteamericana de los cincuenta. Un relato-tipo suyo es algo así: familia acomodada que vive en zona residencial de clase media, precisa y breve presentación de personajes, el o los protagonistas descubriendo por qué no son felices, crisis o conflicto (que no necesariamente se resuelven en algo al final) y resolución (con frecuencia abierta). Todo en un estupendo estilo realista, limpio, clásico y tranquilo.

La insatisfacción del mundo que él ve se relaciona casi siempre con el egoísmo. El matrimonio ya ni intenta comunicarse y se buscan aventuras fuera, hay una exagerada preocupación por el dinero y mandan los convencionalismos sociales, asfixiantes y adictivos al mismo tiempo. La felicidad se considera una quimera y es frecuente que sus personajes, a pesar de las apariencias, en un momento u otro estén muy cerca de dejarlo todo. Sus relatos están poblados de gente vacía, sola y llena de miedos. Supervivientes de un naufragio que no ven playa por ninguna parte.

Maestro de la presentación de situaciones y personajes y de la descripción, brilla menos en los diálogos. Muchos de sus personajes resultan difíciles de olvidar (incluso algunos secundarios). No juzga ni saca conclusiones, no hay ironía, ni humor, ni pesimismo, ni estridencias argumentales de ningún tipo. Su visión no resulta alentadora pero tampoco destructiva. Mira, describe y alerta, esto último sin un propósito declarado.

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Mowgli el rey

Me pasa con frecuencia en las relecturas. El milagro no siempre se repite, o al menos no con la misma intensidad que en mi recuerdo. He releído en un impulso, ni idea de por qué (me gusta seguir esas llamadas), las historias de Mowgli contenidas en El libro de la selva, y me han gustado mucho menos que en otra época. Me ha parecido esta vez un libro totalmente para adultos (pese a que los animales hablen y el protagonista sea un niño), algo muy alejado de la versión Disney de la historia. El clima es de sangre, de violencia, de supervivencia, de odios, de profundas crisis interiores. Junto a eso,  valores positivos como la amistad, la lealtad y el valor de la palabra dada. Mowgli es un ser duro, loco por la caza, desgarrado al saberse el rey allí y, al mismo tiempo, alguien fuera de sitio. Es ingenioso y fuerte, todos los animales terminan bajando la mirada ante él. Al mismo tiempo sufre.

De las ocho historias (que terminan cuando vuelve con los hombres a los 17 años) mi favorita es la de los perros rojos, de ritmo y tensión estupendos.

En fin, pónganles a sus hijos los DVD de Disney e intenten que lean el libro mejor más creciditos. Lo entenderán más.

Cuentos políticamente correctos

De los Cuentos infantiles políticamente correctos, de Finn Garner, lo interesante es la idea, un replanteamiento de clásicos con cierta sensibilidad moderna ilustrada. Cómo se contarían con la mirada de hoy sobre la mujer, el medio ambiente, los animales, el sexismo, la discriminación, las minorías, la injusticia, el racismo o el tabaco. El resultado es original y con una estupenda coña irónica que se ríe precisamente de lo que quiere supuestamente salvaguardar.

Así, el clásico leñador pasa a ser “un técnico en combustibles vegetales”, el rey desnudo en realidad sigue “un estilo de vida alternativo” o Caperucita, la abuela y el lobo terminan conviviendo en un “espacio de cooperación y respeto mutuos”. De un molinero se dice “afectado por una situación económica sumamente desventajosa” para evitar «pobre» o de una joven mujer que es «cutáneamente empobrecida en melanina» para no decir «una rubia».

El problema es que resulta más interesante la premisa que la ejecución. Consigues sonreír con el primero pero lo demás ya es todo un poco igual. Y hay un segundo volumen y un tercero (de navideños).

Mejor Grimm y Andersen, no lo duden, aunque celebro la ocurrencia de Finn Garner.