Sánchez Ferlosio

Rafael Sánchez Ferlosio es uno de nuestros dinosaurios intocables. Pasa por ser un pensador independiente, misántropo y feroz, al margen de todo, alguien que sólo debe rendir cuenta a la inteligencia.

A mi me encantó El Jarama, más por el estilo que por la trama, lógicamente, y me deslumbró de nuevo la prosa de El testimonio de Yarfoz (lo que no impidió que la historia llegara a aburrirme llegado cierto momento). Creo que su Alfanhuí está sobrevalorado.

No había leído nada de sus libros de ensayo y ahora cogí en la Biblioteca Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, que ganó en su día el Nacional de Ensayo. ¿Algo que añadir después de un título así? Pues eso, destila pesimismo. Con un estilo algo manierista a veces y siempre indignado, arremete contra las imposibles relaciones entre los hombres, contra el periodismo, contra el paso del tiempo, contra el españolismo malo, contra el culto a la historia. Un pataleo lleno de razones pero sin razón, donde intercala también pequeñas poesías, breves relatos y hasta un villancico.

Esperaba más.

Jiménez Lozano, diarios

A finales de los 90 me entusiasmé con Jiménez Lozano. Cobró cierta fama con El mudejarillo, un libro bastante difícil, y busqué otras cosas suyas. Curiosamente, la novela que más recuerdo es de sus primeras, Historia de un otoño, donde recrea la conocida historia de la muerte de unas monjas de Port-Royal. Me parecía un escritor serio, breve (llevando la elipsis al borde de lo incomprensible) y con ideas interesantes sobre el hombre. No sé muy bien por qué dejé de leerle, seguramente porque no conseguía entretenerme además de interesarme.

El otro día me escribió una chica que hace la tesis sobre sus textos periodísticos y volví a pensar en él. Busqué unos relatos recientes y llevo atascado con ellos un mes. Ahora lo he intentado con un tomo de sus diarios, Los cuadernos de la letra pequeña. No tienen nada que ver con los dietarios al uso. Jiménez Lozano da la impresión de vivir inmerso en los libros, el arte, la música, la teología, la belleza. Se relaciona también con personas (de ahí las «X.», «L.» o «G.» de algunas entradas) y está atento a la prensa. De todo ello se nutre este libro. Comenta un libro, la muerte de un escritor, una cita, incluye un breve texto, reflexiona sobre la educación, reproduce la noticia de un periódico. Da la impresión de leer en varios idiomas.

Creo que se hacen una idea sobre si les puede interesar o no. Por mi parte, vuelvo a plantarme.

LLano, y 2

Este segundo tomo de memorias no es una continuación cronológica del anterior sino como una «segunda pasada» por su trayectoria, centrándose en los temas -que configuran los capítulos- que le han interesado más a lo largo de su vida.Lo he leído más por encima que el primer volumen. El grueso del libro está dedicado a su actividad intelectual: sus lecturas, sus libros (Humanismo cívico, La nueva sensibilidad, La vida lograda), problemas filosóficos (como la representación), su interés por la teología, el mundo empresarial, el diálogo fe y razón, sus maestros. De fondo, la universidad, la enseñanza, el pensamiento y el afán de saber.Le encantan las buenas novelas, Dostoievski y Mann. Ya no comparto tanto su interés en Conrad o Proust y menos que no le gusten los Episodios nacionales de Galdós.