Emma, de Jane Austen

La lectura de Emma, de Jane Austen, me produce impresiones encontradas.

Lo primero, más fuerte y más sincero es que se me ha hecho pesado. Si eso ya falla en un libro, todo lo que busques después queda desacreditado.

Pesado por el tema. Gente rica y ociosa cuyas principales preocupaciones y temas de conversación son si el cutis de ella es más o menos blanco, si la posibilidad de resfriarse en un paseo es mucha, poca o alguna, si hacemos o no ese baile y, en caso positivo, si en un salón o en dos. Esto es inaguantable durante quinientas páginas.

Pesado por el estilo. Casi todos hablan de un modo pomposo, engolado, artificioso y cursi, a veces construyendo frases que hay que leer dos veces para entenderlas.

Dicho esto, está el hecho de que lo he terminado, y esto es porque me caían bien Emma y sobre todo, el señor Knightley, y quería saber como quedarían finalmente emparejados. Emma es una metomentodo simpática y bienintencionada y él otro es casi la única persona «normal» de la novela.

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Sueño americano

Me piden un título que tenga que ver con el “sueño americano” y repaso los libros que he leído escritos por autores norteamericanos. Voy seleccionando una lista de libros representativos del carácter de esa nación en el sentido que se me pide y, me doy cuenta enseguida, en un sentido más amplio.

Salen demasiados, purgo la lista y siguen quedando demasiados, novelas, relatos, alguna obra de teatro y hasta una autobiografía. Aquí lo dejo. Sí puedo asegurar que todos son buenos libros y que han contribuído a la imagen que me he formado de qué es América. Hay otro libro importante, Moby Dick, que no incluyo porque su lectura no se la deseo a mi peor enemigo.

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Los hechos (Philip Roth)

Roth publicó esta Autobiografía de un novelista hace veinte años y en ella nos cuenta cinco episodios de su biografía, desde su etapa de formación a sus primeros éxitos, que completará dos años después con el relato de muerte de su padre (Patrimonio, 1991). En realidad, aporta pocas cosas nuevas a los lectores de sus novelas. «Como su padre», Roth siempre habla de tres temas: la familia, Newark (New Yersey) y lo judío. Primero la infancia y la familia, un refugio único, indivisible e inviolable contra toda forma de amenaza; el béisbol como gran iglesia laica, sus esfuerzos de norteamericanización y su progresiva conciencia de que no es necesaria ninguna asimilación. Luego la adolescencia y la preparación para la universidad, separarse de los constreñimientos de una educación severa, la búsqueda de independencia y de afirmación sexual, lo que él denomina «hacerse un hombre». Pronto destaca por su inteligencia, se autoafirma en sus ideales democráticos y principios liberales y se hace notar en las confraternidades universitarias.

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