Roth y McEwan

Veo hoy con retraso los culturales del sábado pasado y me interesan dos libros. Sale el espectro, de Philip Roth y Chesil Beach, de Ian McEwan.

Mientras los consigo, leo y escribo algo, pueden ir haciéndose una idea con las reseñas que les dedican esta semana: en todas partes a Roth y en ABCD (por ahora) a McEwan.

Billy Wilder, aquí un amigo

Amplío un poco la entrada del otro día sobre Wilder.La biografía es bastante lineal. Recorre enseguida su infancia, juventud, periodismo, Berlín, París, Hítler (Wilder era judío), su única película europea (Curvas peligrosas) y a Hollywood.

Allí, sus trabajos con Lubitsch (entre los que destaca Ninotchka) y sus 25 películas como director y guionista.

Desde la tercera (Perdición, 1944), su carrera es un paseo triunfal de taquilla, prestigio y premios, hasta llegar a su cima, que fue El apartamento (1960). En este periodo son también imprescindibles Días sin huella, El crepúsculo de los dioses, Testigo de cargo y Con faldas y a lo loco, su película más popular.

Desde El apartamento se inició su cuesta abajo y ninguna de sus nueve últimas películas se cuentan entre su mejores trabajos, aunque a mi me gusta mucho Irma la dulce.

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Billy Wilder

Me gustan bastante las películas más flojas de Billy Wilder. Las buenas, no digamos. Así que es lógico que la primera biografía de un director de cine que he leído en mi vida sea la suya.

Era un hombre bastante genial, raro, en el sentido de escaso. Hay la opinión unánime entre cuantos le trataron de que fue un personaje único.

Me he hecho la idea de que fue sobre todo un artista. Le encantaban los cuadros, la cocina, los libros (sobre todo de historia), conversar, conocer ciudades. Su sensibilidad no iba acompañada de caos y apatía sino que era enormemente trabajador y eficaz.

Su inteligencia le descubría el fondo de las personas y conductas, y creo que no tenía muy buena opinión sobre los hombres. Y esto es lo que mostraba en sus películas. Siempre se habla de su humor mordaz, cínico, de su gusto por las farsas y mascaradas que no ocultan una visión ácida de sus congéneres. Fustigó al capitalismo y al socialismo, al matrimonio y al mundo del espectáculo, a la hipocresía y al egoísmo. Como todo mujeriego, era un gran misógino.

Era muy divertido y no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba a quien fuera necesario. Le tenían como una especie de oráculo que hablaba en aforismos, le salía así.

El libro lo ha escrito Kevin Lally (1996) y está publicado en España por Ediciones B.

Mañana seguiré comentando algo más.