La elegancia del erizo

Pido disculpas pues cada vez que me han preguntado por este libro he dicho que buscaran en el blog. Lo he hecho yo mismo…¡y no había nada! Así que pongo ahora el texto que preparé a finales de 2007, algo más extenso que el que salió en Aceprensa.Sentiría que, por recordarlo, alguien se animara a leerlo, pero corro ese riesgo para poder hacer frente a las preguntas.

La decena de familias ricas que viven en el nº 7 de la calle Grenelle de París piensan que Renée es una portera más. Eso es lo que ella pretende y no deja traslucir en sus palabras y actos visibles nada que lo desmienta. En la realidad es una autodidacta con muchas lecturas encima y con gustos culturales bien cultivados. Sólo un nuevo inquilino japonés sabrá traspasar la protección que Renée ha creado en torno a si. Paloma tiene doce años, vive en ese edificio y también tiene un secreto: es superinteligente.

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Tonos de Cyrano

Hablábamos el otro día de Queneau, y ahora pienso en la célebre réplica de Cyrano de Bergerac al Vizconde que se ha burlado pedestremente de su nariz (los subrayados son míos):

Eso es muy corto, joven; yo os abono
que podíais variar bastante el tono.
Por ejemplo:
Agresivo
: «Si en mi cara
tuviese tal nariz, me la amputara.»
Amistoso: «Se baña en vuestro vaso
al beber, o un embudo usáis al caso?»
Descriptivo: «Es un cabo? ¿Una escollera?
Mas ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!»
Curioso: «De qué os sirve ese accesorio?
¿De alacena, de caja o de escritorio?»
Burlón: «Tanto a los pájaros amáis,
que en el rostro una alcándara les dais?»
Brutal: «Podéis fumar sin que el vecino
¡Fuego en la chimenea! grite?»
Fino: «Para colgar las capas y sombreros
esa percha muy útil ha de seros.»
Solícito: «Compradie una sombrilla:
el sol ardiente su color mancilla.»
Previsor: «Tal nariz es un exceso:
buscad a la cabeza contrapeso.»
Dramático: «Evitad riñas y enojo:
si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo.»
Enfático: «Oh nariz!… ¿Qué vendaval
te podría resfriar? Sólo el mistral.»
Pedantesco: «Aristófanes no cita
más que a un ser sólo que con vos compita
en ostentar nariz de tanto vuelo:
el Hipocampelephantocamelo.»
Respetuoso: «Señor, bésoos la mano:
digna es vuestra nariz de un soberano.»
Ingenuo: «De qué hazaña o qué portento
en memoria, se alzó este monumento?»
Lisonjero: «Nariz como la vuestra
es para un perfumista lista muestra.»
Lírico: «Es una concha? ¿Sois tritón?»
Rústico: «Eso es nariz o es un melon?»
Militar: «Si a un castillo se acomete,
aprontad la nariz: ¡terrible ariete!»
Práctico: «La ponéis en lotería?
¡El premio gordo esa nariz sería!»
Y finalmente, a Píramo imitando:
«Malhadada nariz, que, perturbando
del rostro de tu dueño la armonía,
te sonroja tu propia villanía!».

Queneau

He leído los Ejercicios de estilo del juguetón Queneau. Llevo años persiguiendo este libro inencontrable y agotadísimo. Cátedra lo ha reeditado en 2006 y, cuando me había olvidado por completo de él, un amigo me lo menciona.

Dos tipos, brevemente descritos, se medio pelean por unos empujones en un autobús. Dos horas después uno de ellos está en una plaza con un amigo que le dice que necesita un botón en el abrigo.

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