Sciascia de nuevo

Con el buen regusto de El día de la lechuza y en busca de libros breves, me tropiezo (es un decir) con El caballero y la muerte, de Sciascia. Definitivamente, yo no clasificaría sus libros de policiacos, ni siquiera de libros sobre la mafia. El crimen y el ambiente siciliano son la anécdota y el entorno. Sciascia reflexiona siempre sobre los mecanismos del poder y del delito, sobre las zancadillas que sufren a toda hora la verdad y la justicia.

Un poli a punto de morir de cáncer se complica la vida y se acerca demasiado a la verdad sobre un asesinato. Hay una cómoda cortina de humo a mano que facilitaría las cosas pero él opta por la verdad.

La pieza se subtitula Sotie (farsa o sátira francesa, ss. XIV y XV) y hay más referencias literarias (Stevenson y su Isla del tesoro, unos versos de Hugo, y Montaigne). Y luego está el grabado de Durero de donde sale el título. Con todos estos ingredientes Sciascia contruye una interesante novelita que, insisto, sólo en un primer nivel de lectura puede calificarse de libro criminal.

Saviano

La escritura de Roberto Saviano se alimenta de su rabia. Tanta que le ha valido para escribir Gomorra, un acto casi suicida que confiamos en que no se lo lleve por delante.

Debate, es decir Mondadori, quiere explotar el éxito y se inventa un nuevo libro con dos breves relatos. Un joven de 21 años, un italiano del sur, en «misión de paz», salta por los aires en Afganistán. Deja novia de 17. El otro relato, también sobre la violencia, narra un episodio igual a los mil que se cuentan en Gomorra. Saviano tiende a la exageración expresiva y a un manierismo periodístico algo poético que a veces cansa un poco.

Creo que este es un librito oportunista y poco sustancioso. Pero me da la oportunidad de volver a recomendarles que lean Gomorra si aún no lo han hecho. Háganme caso.

El fondo del pozo

A estas alturas nadie puede sostener que la mafia no existe. Nadie parece saber qué hacer con esta cuestión, pero hace tiempo que dejó de ser un tema tabú y es tratado con toda claridad en la ficción, en el periodismo (véase Gomorra) e incluso, a veces, en los tribunales.

Pero cuando Sciascia publicó en 1962 El día de la lechuza la cosa no era así, el propio gobierno italiano negaba la existencia en Sicilia de un sistema de crimen organizado, de un poder paralelo al Estado.

Este breve relato denuncia con claridad y valentía los mecanismos del poder, los trapicheos de los capos con los políticos y la omertà (ley del silencio) que ata las manos a la policía.

El capitán de carabineros Bellodi se empeña en dar coces contra el aguijón y está dispuesto a llegar hasta el final, caiga quien caiga. Naturalmente, el que cae es él, impotente y rabioso, derrotado por las redes del miedo y la corrupción.

Es un buen relato pero no perfecto. Para mi gusto el final es un corte abrupto, como un acantilado, que rompe una tensión que hasta ese momento iba conducida cuesta arriba con un ritmo magistral. Los diálogos son buenísimos, las elipsis inteligentes y todo está contado con intensidad y pulcritud.

¿La justicia es un espejismo? Miren lo que dice D. Mariano, un hombre de respeto,

La verdad está en el fondo de un pozo; uno mira en un pozo y ve el sol y la luna, pero si se tira ya no hay ni sol ni luna, está la verdad.