A estas alturas nadie puede sostener que la mafia no existe. Nadie parece saber qué hacer con esta cuestión, pero hace tiempo que dejó de ser un tema tabú y es tratado con toda claridad en la ficción, en el periodismo (véase Gomorra) e incluso, a veces, en los tribunales.
Pero cuando Sciascia publicó en 1962 El día de la lechuza la cosa no era así, el propio gobierno italiano negaba la existencia en Sicilia de un sistema de crimen organizado, de un poder paralelo al Estado.
Este breve relato denuncia con claridad y valentía los mecanismos del poder, los trapicheos de los capos con los políticos y la omertà (ley del silencio) que ata las manos a la policía.
El capitán de carabineros Bellodi se empeña en dar coces contra el aguijón y está dispuesto a llegar hasta el final, caiga quien caiga. Naturalmente, el que cae es él, impotente y rabioso, derrotado por las redes del miedo y la corrupción.
Es un buen relato pero no perfecto. Para mi gusto el final es un corte abrupto, como un acantilado, que rompe una tensión que hasta ese momento iba conducida cuesta arriba con un ritmo magistral. Los diálogos son buenísimos, las elipsis inteligentes y todo está contado con intensidad y pulcritud.
¿La justicia es un espejismo? Miren lo que dice D. Mariano, un hombre de respeto,
La verdad está en el fondo de un pozo; uno mira en un pozo y ve el sol y la luna, pero si se tira ya no hay ni sol ni luna, está la verdad.


