Miguel D’Ors

No leo poesía. Mi formación poética es casi escolar, si exceptuamos que he leído Las elegías de Duino, La divina comedia, El cementerio marino, La tierra baldía y una docena de libros más que recuerdo como cólicos nefríticos. Me gusta Miguel D’Ors, a quien además conozco, vive en Granada y tengo simpatía. Un poema suyo:

INSISTO

Mi vida: tantos días
que no estuve en El Cuzco
ni en Siena ni en Grenoble,
tantos aviones rubricando el cielo
en los que yo no iba, tantas voces
cuyo calor jamás
tocó mi corazón.
Sólo el tiempo, vacío,
sólo el tiempo, esta estepa
desesperada, sólo
ver los martes, los miércoles, los jueves,
ver cómo se suceden, implacables,
los tubos de Colgate.

De «Es cielo y es azul»

Test de Proust

Test de personalidad que se hizo célebre por las respuestas que dio Marcel Proust en 1890. Hay por ahí todo tipo de versiones de este cuestionario. He buscado el original inglés y la versión francesa que empleó Proust. No consideró (¿?) la pregunta 21 y (con buen criterio) una que existía en el original inglés sobre comidas y bebidas. En el test original no existe, y la incluyo, la 22. Las respuestas del escritor francés no me parecen especialmente interesantes, la mayoría son literarias y pringosas (demasiado pendiente –para mi gusto- de sus sentimientos y de los de los demás). Las preguntas, en conjunto, están bien. Yo quitaría algunas e incluiría otras, pero ya sería otro test. La única aportación que me permito es ordenarlas con cierta lógica en cuatro bloques de importancia decreciente. El número que mantengo ante cada una es el del orden que ocupaban en el test original.

Se puede responder básicamente de dos maneras:
1. Con sinceridad (hasta donde podemos saber)
2. Buscando una imagen (la que nos gustaría; la que creemos que tienen los demás a quienes no queremos defraudar; la que queremos tener; buscar el humor, el ingenio, la inteligencia, por encima de la verdad, etc). Veo poco interés –aunque lo comprendo- en este enfoque.

El test.

 

American Psycho

Leo las 50 primeras páinas de American Psyco. Pensaba que era un análisis-denuncia de la parte artificial del mundo yupi y me encuentro a un ejecutivo sádico que despedaza a sus víctimas con una taladradora. ¡Vaya bodrio inaguantable! Ni idea sobre qué puede llevar a alguien -en su sano juicio- a describir semejantes perversiones. No es simplemente una cuestión de violencia, es un problema de dignidad, de decoro, de sensibilidad. Si añadimos además la veta pornográfica de la novela, creo que es de las cosas más asquerosas que he hojeado en mi vida.