Ciencia-ficción. Hola y adiós


Y con Scott Card di por concluída mi pequeña cata veraniega en el desconocido mundo (para mi) de la ciencia-ficción. Sólo me ha interesado un poco Dune, aunque no como para pasar de la primera. Muy poco Ender y La Guía del autoestopista galáctico, y flojillos los relatos de Asimov y Clarke de los que les hablé.

Así que me sigo quedando, si alguien me pregunta por esto,  con cosas que leí hace muchos años, la serie Fundación de Asimov, las Crónicas marcianas de Bradbury, Tropas del espacio (Heinlein) y, por supuesto, 1984.

Claramente la ciencia-ficción no es lo mío.

La taberna del Ciervo Blanco

Es imposible leer nada sobre ciencia ficción sin toparse con el nombre de Arthur C. Clarke, autor de la famosa Odisea espacial 2001, que luego adaptaría Kubrick al cine.

Ni se me ocurriría leer ese libro (la película es una pesadilla inaguantable) ni tampoco su saga famosa de Rama, teniendo en cuenta mis últimos intentos de sagas de ciencia ficción.

Así que echo un vistazo a unos relatos.

Quince improbables historias, narradas de viva voz en un pub londinense en el que se reúne semanalmente un selecto grupo de escritores, científicos, periodistas y editores.

Harry Purvis es la estrella y lleva la voz cantante. Inventos, artilugios, un aparato que registra sensaciones, extrañas armas, propiedades del sonido, proyectos militares ultrasecretos, científicos locos que han querido conquistar el mundo. Historias que suelen terminar en fracaso.

Los oyentes encuentran los relatos convincentes y verosímiles. He leído los tres primeros y ojeado el resto, con muy poco interés para mi.