El sábado falleció Ignacio García-Valiño, un escritor aragonés de cuarenta y seis años. Le conocí en el Colegio Mayor Albayzín, en Granada, donde comió y compartió un rato de tertulia con los que entonces vivíamos allí. Era cordial, agudo y, naturalmente, estaba pirado por la literatura. Leí por entonces dos de sus novelas y me pareció un narrador con talento. Rescato del baúl de los recuerdos lo que escribí en 2003 sobre su quinta novela:
García-Valiño (Zaragoza, 1968) se suma aparentemente en su quinta novela a la estela de Pérez-Reverte y continuadores (Asensi, Fernández, Somoza, etc): un detective y un asesinato misterioso que resolver, un clima y unos personajes cultos. A la vez, se apunta a la corriente de divulgadores de filosofía aplicada a la vida corriente que ha dado en los últimos años títulos de éxito como los de Marinoff (Más Platón y menos Prozac) o Botton (Las consolaciones de la filosofía), entre otros. Una apuesta en busca de ventas y crítica, las dos caras del éxito.
Aspasia de Mileto, muerto su esposo Pericles, regenta un prostíbulo de lujo en Atenas. Además de dominar las artes del placer, sus pupilas están formadas en la literatura, la historia, la música y el pensamiento, en oposición el papel marginal que se reserva a la mujer en esa sociedad. Anito, uno de los principales instigadores de la muerte de Sócrates, es encontrado muerto en las dependencias de Aspasia y Pródico de Ceos, sofista, será el encargado de investigar el crimen.
Es interesante el análisis que se ofrece de la pugna entre virtud socrática (platónica), con bien y mal diferenciados, y argumento sofista, lógico y oportunista pero desvinculado de la verdad. Una cosa es la legalidad y otra la justicia, y eso ya lo sabían hace veinticinco siglos. Los diálogos que se recogen entre alguno de los personajes y Sócrates revelan una asimilada lectura de Platón. La novela está, además, excelentemente ambientada: tono y vocabulario de los discursos, juicios en el areópago, detalles históricos y culturales, etc.
Se podría tachar de oportunista la promoción de un mundo donde las mujeres alcancen la igualdad, si no fuera porque ya estamos bastante avanzados en ese empeño (al menos en occidente) y porque las mujeres elegidas para encarnar un elevado espíritu son hetarias. La novela incluye descripciones detalladas de algunas de sus habilidades, no precisamente intelectuales.
La narración se resiente en algunos momentos en los que la historia se estanca para dar paso a descripciones largas en exceso, a reflexiones monologales de algún personaje un tanto reiterativas, a pasajes o peripecias de personajes secundarios que despistan un poco al lector o a la transmisión de pensamientos filosóficos. Por otro lado, no se adivina qué ha llevado al escritor a optar por una estructura fragmentada en innumerables y breves capítulos que hacen perder cierta unidad a la historia.
En el siglo V a.d.C, en Atenas, se dio una concentración de sabiduría en arte y pensamiento como pocas veces en la historia. Siempre es agradable transitar por ese ambiente, aunque sea como excusa de una discreta aventura policiaca y de las tristes habilidades de una pobres mujeres.