Tras el éxito de su trilogía sobre Escipión, Posteguillo da un salto de trescientos años en la historia del imperio romano y nos sitúa en el último tercio del S. I ddC, años que verán el paso de la dinastía Julia-Claudia de emperadores, a la Flavia, y terminarán con la llegada al supremo poder de Trajano, de Hispania, primer emperador no nacido en Roma ni en Italia. La extensa novela recorre el final de Nerón, el agitado año 69 (Galba, Otón y Vitelio), el cambio de aires con la llegada de Vespasiano, el terrible periodo de Domiciano (al que se refiere el título de la novela) y acaba con la sucesión de Trajano a Nerva.
Como en casi todos los libros sobre la antigüedad clásica romana, el verdadero protagonista es Roma. Una ciudad, un estilo y una civilización, una idea por la que están dispuestos a vivir y morir muchos, casi siempre por encima de los que la encarnan, y a la que todos han de someterse, por nacimiento o por conquista. Los elementos vertebrales son, como es costumbre en el género, los políticos y los militares: las intrigas palaciegas, los generales y sus campañas (legados defendiendo las fronteras contra judíos, persas, dacios o germanos), batallas y operaciones narradas con todo detalle. Posteguillo mira a la vez más allá y retrata la vida de los gladiadores, la construcción del Coliseo, la persecución a los primeros cristianos, algunas costumbres bárbaras (como las amazonas, mujeres samnitas guerreras). El poeta Estacio sustituye al Plauto de Escipión en el toque literario.
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