En el prólogo de estos recuerdos habla Pemán del almuerzo como institución social: produce la benevolencia, estimula el deseo de complacer y de decir que sí a todo: «un ministro en el almuerzo es la mitad de ministro que en el desayuno».
Como anuncia el título, estas comidas son con gente que contaba en esa España: intelectuales, aristócratas, políticos, militares o jerarquía católica.
Pemán se las arregla para no dejar mal a nadie, lo que no significa que esté de acuerdo con todo ni con todos. Se le ve habilidad para disentir con gracia y sostener inteligentes equilibrios en una época no caracterizada precisamente por la libertad de opinión. Tiene ojo fino para el detalle y puntería para elegir la anécdota. El libro en conjunto, unido a todo lo que se cuenta en Confesión general, es un buen resumen de ambientes y opiniones. Sabe decir de un brochazo lo esencial de un carácter o del status questionis de asuntos embrollados.